En medio de la intensificación del conflicto en Ucrania, el presidente ruso, Vladimir Putin, ha relegado a un segundo plano la creciente ola de actos terroristas en su propio país. A pesar de los recientes ataques, incluyendo uno devastador en una sala de conciertos cerca de Moscú, Putin sigue centrando sus esfuerzos y recursos en la guerra contra Ucrania.
El ataque en Moscú, que dejó más de 130 muertos, fue atribuido inicialmente al grupo yihadista Estado Islámico. Sin embargo, Putin ha sugerido que Ucrania podría estar detrás de estos actos, utilizando a los yihadistas como una táctica de miedo. Esta teoría se basa en la sospecha de que los terroristas intentaron huir hacia Ucrania después del ataque.
El gobierno de Estados Unidos, por su parte, ha negado cualquier implicación de Ucrania en estos atentados, basándose en informes de inteligencia que apuntan exclusivamente al Estado Islámico. A pesar de estas afirmaciones, Putin sigue insistiendo en un posible vínculo entre los ataques y el conflicto con Kiev.
Mientras tanto, la situación en Rusia se complica con la creciente inseguridad y los ataques terroristas que afectan a la población civil. La respuesta del Kremlin ha sido contundente, con la detención de varios sospechosos que han sido presentados ante los tribunales, algunos mostrando signos de haber sido golpeados.
La estrategia de Putin de mantener el foco en Ucrania, a pesar de los problemas internos, refleja su determinación de consolidar su posición en el conflicto internacional, aunque esto implique desatender las crecientes amenazas dentro de sus propias fronteras.