El próximo 30 de junio y 7 de julio, más de 49 millones de franceses acudirán a las urnas para decidir la nueva composición de la Asamblea Nacional, en unas elecciones legislativas anticipadas. Esta convocatoria, adelantada por el presidente Emmanuel Macron, busca evitar un bloqueo parlamentario tras los resultados de las elecciones europeas, donde la extrema derecha obtuvo un notable éxito.
En estas elecciones, los votantes se enfrentan a una compleja dinámica que combina la influencia nacional de los partidos y la fortaleza local de los candidatos. Las encuestas, aunque imprecisas antes de la primera vuelta, sugieren una reconfiguración del panorama político francés.
El bloque de extrema derecha, liderado por Marine Le Pen y su Agrupación Nacional (RN), ha formado una alianza con Éric Ciotti de Los Republicanos, aunque esta coalición ha generado divisiones internas. Si logran la mayoría absoluta, Jordan Bardella podría ser nombrado jefe de Gobierno.
Por otro lado, la izquierda ha consolidado sus fuerzas bajo el Nuevo Frente Popular, una alianza que incluye a Francia Insumisa, el Partido Socialista, Europa Ecología-Los Verdes y el Partido Comunista. Este bloque ha decidido no designar un candidato a primer ministro hasta conocer los resultados finales.
La coalición oficialista, Ensemble, liderada por Macron, se presenta con una propuesta continuista en política exterior, reafirmando su apoyo a Ucrania y manteniendo la disuasión nuclear. En contraste, el Nuevo Frente Popular aboga por una diplomacia orientada a la paz, mientras que la Agrupación Nacional promueve una «alianza europea de naciones».
Estas elecciones no solo definirán el futuro político inmediato de Francia, sino que también reflejarán las tensiones y alianzas que moldean el escenario político europeo.